Pasaron las horas. No
había ninguna noticia, todos seguíamos allí. Las lágrimas se
habían secado, pero a todos nos corría el miedo por las venas, por
la respuesta del doctor que saldría en algún momento de la sala.
Eran como las nueve y algo
de la noche. Parecía que el tiempo no quería pasar. Cada vez eran
más los nervios.
Poco a poco llegaba la
hora de tener que irnos a la universidad para dormir. Nuestro toque
de queda era a las diez. Pero esto era un cao importante, así que
llamamos al centro para avisarles de que no podríamos ir mañana por
la mañana a clase por este asunto.
Seguían pasando las
horas. Ya no había ningún llanto. Todos se encontraban dormidos en
sus asiento. Algunos todavía tenían lágrimas en la cara recientes.
Yo era el único que no había logrado conciliar el sueño.
Numerosas veces intenté
ver algo a través de los cristales de la puerta, pero para mi
desgracia no se veía nada, ya que era un cristal translúcido.
Seguía esperando. Miraba
cada poco mi reloj, eran las cinco de la mañana cuando me cansé de
dar vueltas y me arrodillé en el suelo.
-Por favor, no nos hagas
esto -dije yo – te quiero demasiado.
Salió en ese mismo
instante un doctor de la habitación, yo me sobresalte y fui
rápidamente hacia él.
-DOCTOR DOCTOR -con mis
gritos desperté a los demás, y al vernos también vinieron
velozmente a escuchar lo que diría el doctor-¿QUÉ OCURRIÓ? ¿QUÉ
TAL ESTÁ _______?
-Chico... _______ está....
Continuará....
--
No hay comentarios :
Publicar un comentario